Estocolmo (Suecia)

Estocolmo es una de las  ciudades más atractivas de Europa y, seguramente, la más interesante de Escandinavia, aunque haya gente que prefiera, y no sin razón, Copenhaguen. A nivel visual no hay grandes diferencias: en el centro la arquitectura abunda la arquitectura prototípica del norte de Europa, pero lo que distingue la capital sueca respecto la danesa es que en la primera existe algo más parecido a lo que entendemos por «casco histórico», una zona antigua de calles estrechas y casas antiguas, donde predominan los colores cálidos. Las fachadas de este barrio, Gamla Stan, que de hecho es una isla y donde se pueden encontrar muchos rincones agradables para descansar o tomar un café, están pintadas mayoritariamente de ocre, ofreciendo estampas visualmente muy bellas.

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Estocolmo tiene muchos atractivos. Al norte de Gamla Stan, en Norrmalm predominan los palacios y edificios señoriales, y conviene no perderse, subiendo por Sveägaven, una de las calles principales de esta zona, la Biblioteca Pública, una de las más interesantes de toda Europa, tanto por su contenido como por su continente. Inaugurada en 1928, es uno de los edificios más interesantes de la ciudad. Al sur del casco histórico, en Södermalm, el ambiente es muy diferente, siendo una zona ideal para ir a cenar o tomar algo.

Estocolmo sin duda es una ciudad muy adecuada para pasar varios días realizando diferentes actividades, como visitar el Vasa Museum (quizás el más peculiar de la ciudad) y que contiene prácticamente intacto un buque de guerra de 1628 que se hundió justo después de partir, navegar por los canales de la ciudad (o incluso más allá, archipiélago, haciendo excursiones en alguna de las decenas de islas del archipiélago) o simplemente contemplando a la gente, que parece sacada de una revista de moda.

Con todo, en mi opinión, lo más interesante de todo es el Skogskyrkogarden. Siempre que viajo, me gusta visitar cementerios. Se aprende mucho de una cultura si se conoce qué visión tiene de la muerte y cómo realiza sus rituales funerarios. En este sentido, el «Cementerio del bosque», en su traducción al castellano, dice mucho del concepto que tiene la mentalidad nórdica en este sentido.

Empezado a diseñar en 1915, el Skogskyrkogarden es asombroso. Un lugar de paz y tranquilidad, ideal para meditar y para pensar en el más allá, y también en la propia vida. Un lugar para reflexionar y para respirar profundamente, inspirando no un aire lúgubre, sino un aire puro.

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Su atmósfera, con las lápidas distribuidas por toda esta naturaleza domesticada, los altos árboles y el cielo abierto, no es sórdida y triste, como  por desgracia la tradición y la cultura nos han hecho asociar con todo lo relacionado con la muerte. No es alegre tampoco, por supuesto. O quizás sí, depende. En cualquier caso, el Skogskyrkogarden nos muestra un lugar para el descanso eterno que rehúye los tópicos sobre el final de la vida y la oscuridad de la eternidad. La muerte es algo tan natural como este propio lugar, un lugar de vida, de árboles, de verdor y de cielo. Un lugar que no parece romper dos mundos separados, sino más bien hace que uno sea una suave transición hacia el otro. Se siente tranquilidad, naturalidad y, por qué no, incluso cierto alivio. Es por ello que lo más impresionante de este cementerio es que ahuyenta el miedo a la muerte. No diría que la naturaliza, que también…más bien la equipara a la vida, convirtiéndolo todo, vida y muerte, en algo completo y, por supuesto, muy bello.

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