March Lebanon, tendiendo puentes en Trípoli

El Líbano es un microcosmos de Oriente medio, por sus pasadas guerras civiles de «todos contra todos» donde cristianos maronitas lucharon contra musulmanes sunitas, estos contra chiitas y estos contra judíos, lo cual hace de Oriente medio, a su manera, un microcosmos del mundo. Y la ciudad libanesa de Trípoli, la segunda más grande del país, más que ninguna otra, es a su manera un microcosmos de todos estos microcosmos. Los barrios sunitas de Bab-El-Tabaneh y el alauita (una rama del chiismo) de Jabal Mohsen libraron su particular batalla entre los años 2008 y 2016.

Poco antes de visitar el país, me enteré de que había una ONG, March Lebanon, dedicada a tender puentes entre ambos barrios. Les escribí para concertar una visita y justamente el día que quería ir estaba programado un tour para turistas en los que tenían que enseñar el centro y los barrios. «Genial», pensé. Y me apunté.

Cogí el minibús en Beirut y, cuando ya estaba acercándome a la ciudad, recibí un mensaje: la visita se había cancelado porque la noche anterior un hombre de negocios chiita había sido asesinado. Con este ambiente, la organización no podía jugársela. No podían responsabilizarse de los turistas en el caso de que pasara algo. El ambiente estaba tenso, me dijeron. Les pedí que, por favor, me hicieran el tour. Al menos quería conocer el centro. Era sábado, y este cierra los fines de semana. Pero les rogué y aceptaron. Lo abrirían para mí.

Al cabo de una hora, Mohamad Bayad, uno de los chavales que colaboran en la ONG, me pasaba a buscar en moto por el hostal donde me había instalado. Tras recorrer unos 300 metros, me enseña una tienda con los cristales reventados: es donde asesinaron ayer al hombre alauita. Era el propietario de un negocio de reparación de móviles. Cuatro tanquetas del ejército protegen el lugar. En principio fue un atraco, en el que murieron también tres sunitas que estaban de clientes. Pero Mohamad dice que el empresario estaba muy bien conectado políticamente, y que no fue más que otro asesinato relacionado con el conflicto entre barrios que, a pesar de que se acabó hace años oficialmente, aún colea de vez en cuando.

Tras recorrer el barrio chiita, donde muchísimos edificios están llenos de agujeros de balas, me llevó a la sede de la organización, que está situada justo en la frontera de ambos barrios y tiene una entrada por cada lado, para conservar totalmente la equidistancia.

Allí me ofrecen café y me presentan a Zafer Hindi, uno de los responsables. Me explica qué hacen en centro: jóvenes sunitas y alauitas comparten actividades: talleres de artesanía, manualidades, idiomas…También tienen sesiones con un psicólogo. Me hace un tour por el edificio: el mobiliario, la decoración…todo lo han hecho los chavales de ambos barrios, mano a mano. De la pared cuelgan fotos donde se ven calles del barrio justo después del conflicto y una vez la organización ha realizado labores de reparación: alauitas y sunitas reconstruyen la zona juntos. En total son unos 200. La ONG se financia en gran parte gracias a la embajada británica.

«Debe ser duro para algún crío que ha perdido a su padre por el bando contrario estar compartiendo espacio con el que quizás es el hijo del asesino», le digo. Me dice que sí, y que hay casos así. Algunos no lo soportan y salta el conflicto. Es normal. Pero la mayoría, y ahí está el gran mérito de March Lebanon, perdonan. La gran mayoría, pero no todos. Zafer es sunita, como el asesino de ayer, y hoy no saldrá a pasear por si acaso.

Él, durante el conflicto, vio como uno de sus amigos moría ante sus ojos por el disparo de un francotirador. Lejos de radicalizarse, se unió a la organización y ahora es uno de sus líderes, totalmente preocupado en mediar entre ambos barrios. Buscan no solo la reconciliación, sino la rehabilitación conjunta: y no solo física, también moral. En medio de la conversación, se oye un disparo. Me dice que no me preocupe, es por el funeral del hombre asesinado anoche. Le pido hacerle unas fotografías. Quiero retratarlo delante de un futbolín, un juego donde los rivales solo miran al frente para disparar y no se mueven de su posición. Y pienso que, por suerte, no es ninguna metáfora de ese lugar.

Más información: http://www.marchlebanon.org

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