Budapest (Hungría)

De las tres llamadas «ciudades imperiales» que conforman la ruta típica por las capitales centroeuropeas, es decir, Viena, Praga y Budapest, para mí esta última es la más interesante, y lo es por una sencilla razón: por su modernismo. Me encanta este estilo surgido en Europa en la segunda mitad del S.XIX bajo diferentes nombres (Art noveau en Francia y Bélgica, Jugendstil en Alemania y los países nórdicos o Niewe Kunst en Holanda, entre otros) tanto por la belleza de sus formas, inspiradas sobre todo en la naturaleza, como por el hecho de que su florecimiento (y nunca mejor dicho) se diera gracias a algo digamos «tan poco artístico» como lo revolución industrial, que propició el desarrollo de materiales como el vidrio y el hierro, fundamentales en este estilo.

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He estado ya tres veces en Budapest, y cada vez que voy, me gusta más, ya que descubro nuevos detalles de los edificios. Una vez vistos sus «highlights» (el Danubio, sus baños termales y sus edificios emblemáticos, como el Parlamento o el llamado «Bastión de los pescadores», cada uno de ellos en una orilla diferente del río, que separa Buda de Pest) y, como las ciudades más interesantes (o como los buenos discos), Budapest gana con las visitas, y esto se debe al Modernismo. Mil y un edificios de este estilo, con muchas peculiaridades locales, alejadas del refinamiento propio que conocemos. Poco que ver, por ejemplo, con los edificios del Eixample barcelonés. El Modernismo húngaro es mucho menos explosivo, algo más sobrio y, en según qué casos, un poco siniestro e inquietante.

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Lógicamente, contiene las particularidades del estilo, tanto en formas como en materiales, pero se trata de una versión con menos decoración, más contundente, menos refinada, aunque igualmente bella. Apuesta por las líneas curvas, como todo el Modernismo, pero el húngaro es un poco menos, digamos, «primaveral».

La gente acude a Budapest por sus atractivos imperiales, como el Palacio Real o su espectacular Puente de la cadenas, pero, en mi opinión, lo más destacado es lo que aportó unos pocos siglos después. Por cierto, a quien le guste el Modernismo, recomiendo una excursión a Kecskemét, octava ciudad del país y situada a 86 quilómetros al sudeste de la capital: ahí encontrará también algunos edificios pertenecientes a tan increíble movimiento.

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