Creo que mi viaje a Taiwán ha sido el único en mi vida que he realizado no tanto porque me motivara la cultura, la gastronomía, el arte o la forma de vida de un lugar, sino por la curiosidad de ver algo que no existe. Me explico: leí que Taiwán es lo que hubiera sido China si no hubiera habido comunismo, y esto me picó la curiosidad. Y no sólo por eso: la idea de visitar un lugar que está desafiando al país más poblado del mundo me hizo simpatizar con esa isla. El hecho de que Taiwán se considere la «China auténtica» me pareció fascinante. Así pues, creo que es el único viaje que he realizado por motivos ligeramente políticos e históricos. Bueno, esto y el hecho de que Asia me encanta.
Explico la historia muy brevemente, para entender un poco el contexto: los nacionalistas del partido Kuomintang, liderado por Chang Kai-shek, fueron derrotados por los comunistas de Mao Zedong, huyendo a Taiwán, isla anteriormente ocupada por españoles, portugueses y japoneses. Es por ello que los taiwaneses se consideran los chinos legítimos. Los herederos de la China pre-comunista, la «China auténtica» según ellos.
La mitad de la población quiere un referéndum de independencia, que China rechaza por completo. No es necesario visado para entrar en Taiwán, país que se autodenomina «República de China», en contraposición con la República Popular China, a la que no le hace ninguna gracia este nombre, y por ello en el sello del pasaporte pone «ROC», sin especificar lo que significa. Tampoco reconoce a Taiwán como país independiente, y éste participa en los Juegos Olímpicos bajo el nombre de «China Taipéi». De hecho, muy pocos países lo reconocen, a pesar de tener moneda propia. Y no lo hacen por la sencilla razón: China amenaza con cortar toda la relación económica con cualquier país que se atreva a reconocer a Taiwán. Y claro, el dinero chino manda mucho actualmente.
Evidentemente, mi motivación para visitar Taipéi no sólo era «política». Me encanta Asia, me encanta su arquitectura y su gastronomía, y la capital de Taiwán, sin ser de las más conocidas del continente, sí que es un lugar lo suficientemente atractivo como para poder pasar 3 o 4 días agradables. Se trata de una ciudad muy avanzada tecnológicamente pero que conserva aún el encanto de lo tradicional. Lo dicho al principio: lo que hubiera habido sin revolución cultural y lo que empieza haber ahora con la liberalización de la economía china: tradición y tecnología compartiendo lugar sin problemas.
Taipei tiene muchos alicientes, desde barrios con encanto, como Datong, llenos de «shophouses» donde venden artículos de herboristería o artesanía, hasta grandes edificios, como el Taipei 101 (en mi opinión, el rascacielos más bonito del mundo, y que fue el edificio más alto del planeta durante varios años), pasando por bellos templos budistas llenos de devotos, como los de Longshan o Bao’an. También encontramos el Museo del Palacio Nacional, el mejor del mundo en cuanto artesanía china. No expondré aquí la lista de lugares interesantes, se pueden encontrar en cualquier guía o, mejor aún, en el blog http://www.holataipei.com, escrito por un catalán que vive y trabaja allí y que recomienda no solo las visitas típicas sino también algunos lugares desconocidos y curiosos de la capital.
Junto con el gran atractivo arquitectónico de Taipei, quizás lo más interesante sean sus mercados nocturnos. Hay muchos distribuidos por toda la ciudad, y todos ellos animadísimos. En ellos se pueden degustar platos típicos de la cocina taiwanesa, desde los algo más convencionales, como la sopa de fideos con ternera y los famosos «dim sums» hasta algunos más extraños, como el «blood pig’s cake» (una especie de pastel de sangre de cerdo coagulada), lengua de pato, huevos de rana y otras exquisiteces locales.
Es recomendable, asimismo, realizar alguna excursión fuera de la ciudad: a menos de una hora está el Parque nacional de Yangmingshan, una zona volcánica con bonitos paisajes. Precisamente, el suelo volcánico hace que la región esté llena de aguas termales, y darse un baño es una actividad muy típica. Tras hacer un «trekking» por el parque se puede ir, a pocos minutos en metro, hasta Beitou, una localidad donde abundan los «hot springs». Es toda una experiencia bañarse rodeado de taiwaneses.
En definitiva, quizás no sea la capital más bonita y excitante de Asia, pero Taipéi es una ciudad muy recomendable para quien quiera descubrir un lugar avanzado y amable sin renunciar al exotismo del lejano Oriente. Y conocer de paso un país que demuestra que reivindicar sus derechos históricos y desarrollarse tecnológicamente son dos hechos totalmente compatibles.