Masai Mara y Lamu (Kenia)

«Hacer un safari» puede sonar snob y «poco auténtico» a ojos de los viajeros que se consideran «aventureros reales». Hay realmente mucho prejuicio entorno a este tema, pero yo lo tengo claro: un safari no es más que poder contemplar animales salvajes en su hábitat natural. Y eso es un auténtico privilegio. El resto son ideas preconcebidas.

Cuando estuve en el Masai Mara, algo en mí cambió. Desde entonces, estoy totalmente en contra de los zoológicos, ese atentado que tras una falsa pedagogía sólo esconde una decimonónica actitud antropocentrista. O, dicho de otra manera, el hecho de creernos que tenemos derechos sobre los otros animales. Que podemos enjaularlos, encerrarlos, maltratarlos y esclavizarlos para nuestra diversión, disfrazada de un didactismo que no es tal, sino todo lo contrario. Un safari me hizo cambiar mi visión sobre los animales y su derecho, igual que el nuestro, a poblar este planeta que solo los supuestamente desarrollados nos estamos cargando.

Si sólo tienes una semana de viaje, te apetece ir a África y quieres ver no sólo animales sino también algo de naturaleza, ir al Masai Mara y luego a Lamu, en la costa del Océano Índico (en este orden o a la inversa), es un viaje que recomiendo encarecidamente. Porque es cierto que el atractivo principal del África subsahariana es sobre todo la naturaleza, y que las grandes ciudades, realmente, tienen poco interés. Pero en varios lugares se puede encontrar muestras de cultura muy atrayente. Y, sin duda, Lamu lo es.

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Llegamos a Nairobi a la 1 de la noche, y tras sacar el visado (25 USD por cabeza) y cambiar dinero, nos estaba esperando un taxista, que de hecho era el conductor del B&B que teníamos reservado. El sitio se llama Khweza (www.khweza), y es muy recomendable. Por 45 euros con desayuno estás en un lugar que, sin tener grandes lujos, es confortable, limpio, con una decoración «africana», un personal muy amigable y una azotea desde la que poder ver el «skyline» de Nairobi, y donde puedes tanto desayunar como cenar así como tomarte una Tusker, la cerveza nacional por excelencia, bien fresquita. A las 3 nos acostábamos…

Día 2. Antes de coger el vuelo a Lamu (lo habitual es hacer primero el safari y luego irse a la playa…pero no había billetes para las fechas que queríamos) dimos una vuelta por la zona. Nos habían dicho que el barrio era conflictivo, a pesar de estar a sólo 10 minutos del centro, y la verdad es que, al ser domingo, había mucho movimiento y un ambiente muy movido, por los matatus (mini-vans públicas) a toda velocidad y un mercadillo callejero enorme. Sin duda lo mejor fue meterse en una misa que se estaba haciendo en una especie de polideportivo…una experiencia increíble, con gente en éxtasis y un grupo musical tocando los temas.

El avión a Lamu salió con dos horas de retraso (según nos dijeron, porque al ser domingo no trabajaba todo el mundo). Esto no sería problema si no fuera porque en Kenia el sol ya se ha puesto a las 18:30, con lo que nos temíamos que ese día sería un día perdido…y más o menos fue así. Aterrizamos en el aeropuerto de Manda sobre las 17:00. Allí nos esperaba la dueña de la casa que habíamos reservado, un B&B que de hecho era una casa típica de Lamu, con las paredes de coral y los tejados a dos aguas fabricados con paja y cañas. Un sitio increíble, una habitación con el techo muy alto y un porche desde el cual se podía descansar tranquilamente, donde llegaba la brisa del Índico y se podía ver todo el pueblo. Un lugar muy recomendable, regentado por una familia muy acogedora y por sólo 40 euros la noche.

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Dimos una vuelta por Lamu, un pueblo que, a pesar de ser patrimonio de la UNESCO, tiene algunas partes realmente mal conservadas e incluso bastante basura en algunos sitios. Pero esto le da un carácter auténtico, y tanto la arquitectura como la cultura (swahili, es decir, la gente es negra pero musulmana, fruto de la mezcla que hubo hace siglos al venir los persas y los indios a comerciar) hace que sea un sitio fantástico. No hay coches, sólo burros, y es un lugar realmente acogedor pero a la vez lejano, donde pareces transporte en el tiempo, donde los niños van saludando (¡Jambo!) y donde te sientes a gusto aunque extraño. Hay lugares protegidos por la UNESCO, en España, Francia o Italia, que son muy bonitos pero han perdido todo atisbo de vida local…Lamu es un lugar muy auténtico.

Acudamos a Wikipedia: «La antigua ciudad de Lamu, en Kenia, 200 km al norte de Mombasa, es la más antigua y mejor conservada ciudad swahili del África oriental, manteniendo sus funciones tradicionales. Construida en piedra de coral y madera de mangle, la población se caracteriza por la simplicidad de sus formas estructurales, enriquecida con patios interiores, barandillas y puertas de madera artísticamente talladas. Lamu es aún el centro de los principales festivales religiosos musulmanes desde el siglo XIX y se volvió en un importante centro de estudio de las culturas islámica y swahili»

O sea, un lugar donde los habitantes son islámicos de raza negra, lo cual, junto con su peculiar arquitectura, hace de él un lugar realmente único y muy especial.

 

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Para cenar, cualquier restaurante del «paseo marítimo» (en realidad, una de las dos únicas calles del pueblo con nombre) ofrece pescado y marisco bueno y a buen precio (una langosta, 7 euros). Por no hablar de los zumos de fruta, por 60 céntimos de euro al cambio te tomas medio litro de zumo de papaya, naranja, plátano, maracuyá o lo que sea….una delicia a un precio irrisorio.

Día 3
Ese día el propietario de la casa nos «enchufó» una visita guiada por el pueblo…yo no era muy partidario, porque el precio (8 euros por persona) me parecía caro para el nivel de vida de allí….pensé que alguna cosa aprendería, con todo, y por ello lo hicimos…No creo que fuera una decisión muy acertada; con la Lonely planet nos hubiéramos apañado. Pero bueno, al menos sirvió para sacar fotos a gente, que quizás no hubiéramos podido hacer de ir solos…

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Después fuimos andando por la costa hasta el pueblo de Shela; un pueblo muy bonito, casi íntegramente rehabilitado por extranjeros y con una playa de 12 kilómetros. Estábamos solos ahí, pero no se puede considerar «playa paradisíaca», a pesar de no haber construcciones, era una playa sucia (y no sólo por las algas…) y no muy cristalina. Al volver la marea subió tanto de golpe que se tragó el paseo, con lo cual nos tuvo que rescatar un dhow (barca tradicional) y llevarnos de nuevo a Lamu, donde volvimos a dar un paseo.

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No nos cansábamos de ver el ambiente del pueblo, casi medieval: burros por doquier, ancianos en bancos hablando durante horas, tiendas de frutas y verduras sin rótulos, peluquerías que ofrecen servicio de recarga de móviles, niños corriendo, paradas callejeras de pinchos de carne…

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Día 4

Tras desayunar en el comedor de la casa, con el padre preparando unos huevos revueltos y un zumo de maracuyá, contratamos una excursión a otra de las islas, la de Manda. Aquí también nos sentimos un poco engañados, puesto que normalmente te incluyen pesca y snorkel como actividad, algo que a nosotros no nos motivaba mucho ya que lo único que queríamos era navegar y ver los paisajes de pueblos y manglares. Con todo, estuvimos una hora parados mientras el capitán y el tripulante pescaban para luego venderlo: es decir, les pagamos y encima se buscaban la vida…pero bueno, lo vimos igualmente como una gran experiencia, y es que el hecho de ver cómo el tripulante, un chaval que se movía por el barco como si estuviera en su casa, manejaba el barco, fue realmente único. Desplegando o recogiendo la vela según el viento, dirigiendo el timón…Muy interesante de ver, realmente.

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Tras un baño en la playa de Manda, volvimos a Lamu para comer. Queríamos pasar la última tarde en el pueblo que nos había atrapado.

 

Día 5

El vuelo Lamu-Nairobi salía a las 13:00, así que antes de dirigirnos al aeródromo de Manda, quisimos dar una última vuelta por el magnífico pueblo de Lamu, para volver a gozar de la arquitectura, la gente y su forma de vestir, el colorido del mercado y el movimiento de pescadores y gente que descarga de los barcos en el paseo marítimo y que contrasta con la tranquilidad de los ancianos musulmanes que reposan en los bancos.
Esta vez sí el vuelo fue puntual, y de nuevo nos esperaba el taxista del B&B para llevarnos al alojamiento. Llegamos sobre las 17:00 y sin perder tiempo nos dirigimos al centro de Nairobi. De acuerdo, no es una ciudad con mucho que ver por no decir nada. De acuerdo, es más bien fea. Pero por encima de lo estético, yo valoro lo diferente. Y si es diferente, es interesante. De todo se puede gozar y aprender, así que estar en una gran capital africana, por fea que fuera, para mí era un gran aliciente. Un centro marcado por los negocios y los guardias de seguridad y que es la única zona de la ciudad con aceras es lo que nos encontramos en nuestro breve paseo, para volver rápidamente al B&B advertidos de que mejor no pasear por la ciudad tras la puesta del sol. La cena en la azotea del hostal, perfecta: ternera guisada acompañada por ugali (una especie de puré muy típico) con un zumo de papaya y una Tusker; todo por 5 euros…

Día 6. A las 7:00 en punto y tras desayunar, nos esperaba el conductor de la empresa de safaris que habíamos contratado desde España. No es la más famosa, pero los precios eran muy competitivos y las críticas en tripadvisor muy buenas. Ahí está la página: http://www.naturaltoursandsafaris.com/

Nuestro contacto fue Humphrey, quien siempre respondió rápida y amablemente a mis correos, despejando todas mis dudas y aportando tranquilidad. Contratamos 3 días en Masai Mara en alojamiento medio (Ol-moran tented camp) y no salimos defraudados. Nuestro conductor, Fred, no era muy hablador, pero era muy profesional y rápidamente vimos que se desvivía por tener la mejor localización para avistar animales. Esto fue por la tarde….antes nos esperaba un trayecto de 5 horas hasta la Reserva; 5 horas que pasaron rápido por el interés y variedad de paisajes que íbamos viendo: primero, los suburbios de Nairobi. Después, el impresionante valle del Rift. Posteriormente, poblados, con sus típicas edificaciones y comercios con las paredes pintadas de vivos colores. Los últimos quilómetros, pueblos masai. La verdad es que no me esperaba ver a estas tribus más que en las típicas excursiones no incluidas en el paquete…y fue una grata sorpresa ver cómo estas gentes, con sus vistosos atuendos, estaban por todas partes.

Tras llegar a Ol-Moran a las 13:00, un campamento realmente bueno (me lo esperaba más básico y a la intemperie, y de hecho era como un cámping, con mucha vegetación y bien equipado), comimos e hicimos el primero de los game drives.

Yo soy un tipo muy escéptico y pensaba que si veía animales sería a lo lejos…craso error. Sólo entrar, montones de zebras, ñúes y, sobre todo, antílopes de todo tipo. A la media hora, dos platos fuertes: delante nuestro, primero, un grupo de elefantes. A los 5 minutos, unas jirafas. Estar solo ante estos animales en libertad, en un paraje increíble, es un momento único e irrepetible. También vimos leones, avestruces, búfalos y otras especies. Tres horas intensísimas por las que ya había valido la pena el viaje…y aún faltaba el día completo.

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Día 7

Tras desayunar a las 7:00 (café con leche, tostadas y una herencia inglesa en forma de huevos revueltos y salchichas), Fred nos esperaba a las 7:30 para pasar todo el día en Masai Mara. Vimos más especies diferentes respecto al día anterior, incluyendo un rinoceronte (todo un highlight) además de hipopótamos y monos en el río Mara. Repito, como experiencia es increíble; sólo por los paisajes y el cielo ya valdría la pena…podrías pasar horas sin ver un animal y no te aburrirías…pero si encima los ves, es un momento brutal. Otro gran instante fue ver un grupo de leones a un metro nuestro, descansado y acariciándose.

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A las 16:00 volvimos al campamento. Nos ofrecieron la excursión a ver al poblado masai pero nos negamos. Que me ofrezcan sus danzas típicas era algo para mí totalmente descontextualizado. Yo quería ver cómo viven los masai, cómo es su vida cotidiana, no sus rituales folklóricos realizados para mi diversión…vamos, sería como un guiri que se toma una paella para desayunar, o ver unas sevillanas en pleno centro de Barcelona.

Con todo, Fred nos arregló un encuentro con dos jóvenes masai, con los que hicimos una excursión hasta un monte cercano, desde el que había una vista de la reserva impresionante. De acuerdo, tuvo su parte turística porque nos «enchufaron» un par de collares, pero en cualquier caso en ningún momento fueron agresivos, y siempre estuvieron receptivos a nuestras preguntas y se desvivieron por explicarnos su forma de vida: iban explicando cada planta y las funciones, su sistema social, sus costumbres, etc…Muy interesante, realmente…y por sólo 4 euros por persona (la excursión de la agencia al poblado valía 25 USD por cabeza).

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Día 8

Último game drive, de tres horas, antes de volver a Nairobi. Más especies (alguna nueva, como los chacales o los jabalíes) y tristeza al abandonar ese magnífico paraje. De nuevo, en las 5 horas hasta Nairobi pudimos disfrutar del paisaje. La despedida de Fred fue algo triste; como he dicho, no era muy hablador pero sí era muy profesional; un hombre muy experimentado y carismático.

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En definitiva, uno de los mejores viajes que he hecho en mi vida. Sin duda, Kenia es un país muy recomendable, sobre todo por su variedad (playas, ciudades, paisajes, cultura, naturaleza, gente, gastronomía); un lugar realmente muy interesante desde el punto de vista paisajístico, natural, cultural e histórico.

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