Volé a Posadas, en la provincia de Misiones, en el nord-este de Argentina, tras pasar varios días en Buenos Aires. Mucha gente va en avión desde la capital directamente a las cataratas, pero yo quería recorrer esa provincia, ya que para mí, visitar los restos de las misiones era un aliciente. Quizás porque estudié en los jesuitas, quizás porque me interesaba la historia tras lo que fue un experimento fallido (allí los religiosos, al contrario que en otras partes de Latinoamérica, no fueron a «conquistar» a los indígenas), quizás por la combinación de yacimientos y naturaleza selvática…En definitiva, quería recorrer un poco esta provincia de tierra rojiza y ver así otra parte de Argentina además de Buenos Aires que no hubiera descubierto de haber ido directamente en avión.
El centro de Posadas está bastante lejos, como a una hora del aeropuerto, e incluso lejos de la estación de autocares (a media hora). La ciudad no es demasiado atractiva pero está bien para ver una capital de provincia «típica». La costanera se supone que es lo más destacable pero como ya era otoño no había ambiente. Comí unas empanadas en una pizzería que era una antigua farmacia; un sitio muy curioso.
Tras un par de horas callejeando tomé el bus hasta San Ignacio. A destacar el paisaje, sobre todo el suelo, de tierra rojiza…es muy atractivo. Tras una hora llegué al pueblo, y fui al alojamiento, el hostal El jesuita. Un lugar agradable, para mochileros, con un jardín tranquilo y bien de precio. Aparte del matalás, algo duro, el lugar está muy bien. Algo lejos de la estación, pero cerca de las ruinas (a un minuto andando).
Los restos de la reducción me gustaron mucho…no tanto por lo que queda, sino por lo que puedes ver de cómo era y, también, por el entorno. Aconsejo no solo visitar los muros que quedan de lo que era la iglesia; también los de las casas, en el lateral izquierdo según se entra…pude estar solo y la sensación fue casi mágica, con las piedras y la vegetación…muy interesante.
Quería también ir a otras misiones, así como al parque provincial de Teyú-Cuaré, pero no me dio tiempo, y al día siguiente ya tomaba el autocar hacia Iguazú. Corre por internet una página con los horarios…es poco fiable: pone que salen solo tres autocares al día hacia las cataratas, y no es cierto, salen bastantes, con una frecuencia entre 20 y 40 minutos. Hay bastantes compañías y son bastante cómodos. Se tarda unas 5 horas, y el billete me costó 180 pesos (unos 10 euros en ese momento).
Cinco horas en autocar hasta Iguazú y bueno, la verdad es que es espectacular…con todo, no me hizo buen tiempo, y esto deslució la visita…
Mi idea era empezar por el lado brasileño, algo que se recomienda para tener una visión más panorámica. Al llegar a la estación de autobuses, me dice que el último autocar al lado brasileño ya había salido. Ni se me ocurrió pillar taxi, no sé por qué. Me fui al lado argentino, llegando tarde (16:00). Me aconsejaron que el poco tiempo que tenía lo invirtiera, esa tarde, en La garganta del diablo…había leído que esto era mejor dejarlo para lo último, así que todos los planes se estaban haciendo al revés…Lo pensé un poco y llegué a la conclusión que mejor verlo en ese momento…vete a saber tú mañana si estamos vivos.
La verdad es que a la postre se demostraría que fue un acierto, ya que al día siguiente llovió a cántaros. Así, pude ver La garganta con relativa tranquilidad, sin demasiados turistas y con un tiempo excelente. El día estaba despejado, se veían mariposas y cuando salió el arco iris fue un momento mágico, extático.
Mi idea a la mañana siguiente era hacer el lado argentino con calma. Hice el sendero inferior, muy bien y bastante tranquilo, con pocos turistas, lo que me permitió, en algunos miradores, incluso estar solo y quedarme contemplando sin prisas las cataratas, que son espectaculares. El problema fue casi al final del sendero se puso a diluviar, y quedé empapado. Por suerte, llevaba paraguas y chancletas: tuvo que hacer el sendero superior de forma algo incómoda, pero también lo disfruté.
Con todo, no pude hacer el sendero Macuco..me fui al hotel a cambiarme, esperando que mejorara el tiempo, pero estuvo toda la tarde lloviendo…fue un poco frustrante, tener las cataratas a media hora y tener que estar cerrado en una habitación…pero bueno, al menos había podido disfrutar de La garganta el día anterior y de los dos senderos esa mañana.
Al día siguiente el avión salía a las 15:00, y me decidí ir a la parte brasileña. No era mi intención, solo quería ir a Foç a visitar la ciudad, y pillé un taxi. Pero la ciudad no tenía nada, así que me animé a las cataratas. Craso error. Estaba llenísimo de gente y lo que el día anterior pude ver de forma tranquila, en la parte brasileña (supongo que por ser sábado) no lo disfruté en absoluto. Las vistas son magníficas pero no las pude gozar;fue una pérdida de tiempo y dinero, además del agobio de pensar que no llegaría a tiempo al aeropuerto.
En conclusión…las cataratas son espectaculares, una de las zonas naturales del mundo que más he disfrutado en mi vida, pero la experiencia fue algo empañada por el mal tiempo y por cierta decepción al ver menos animales de los que me pensaba: no vi ni un solo tucán y solo vi monos y coatíes…pero bueno, supongo que ya no era temporada y, además, no pude, por el clima, meterme a hacer senderos. Un lugar impresionante que, si se combina con la visita a algunas reducciones jesuitas, da para pasar algunos días muy especiales combinando atractivos naturales únicos con yacimientos culturales muy interesantes.