Irán (avance y galería fotográfica)

El poema número 108 del Rubayyat de Omar Jayyam dice así:

“Bebe aquel vino que es la vida eterna.

Capital es del gozo de juventud, ¡bebe!

Tal fuego quema, mas quema la tristeza

Como el agua de vida resucita, ¡bebe!

Otro poema del “Rubayyat”, el 132:

“Sin un buen vino yo vivir no puedo

Yo no puedo sin vino acarrear el cuerpo.

Me someto al momento en que diga la copera:

Coge otra copa. Y yo no pueda”.

Omar Jayyam (1048-1132) fue un poeta que cantó al vino y a la vida en una Persia medieval donde el islam ya había entrado hacía cuatro siglos. Concretamente era la época en la que la dinastía turca islamizada de los selyúcidas extendía su fanatismo religioso. Escribo estas líneas justo un día después de que Salman Rushdie haya sido atacado por un integrista musulmán, puesto que la “fatua”, esto es, el edicto religioso que condenaba a muerte al escritor anglo-iraní por su libro Los versos satánicos lanzado por el Ayatolá Jomeini el día de San Valentín de 1989, todavía sigue vigente.

¿Se puede relacionar la Persia de aquella época con el Irán actual? De hecho… ¿qué es Irán realmente? El único país teocrático del mundo, lo cual quiere decir, entre otras cosas, que es el único país donde el poder militar está en manos del poder religioso. El ayatolá es el líder supremo también de las fuerzas armadas. Y es por todo ello que cuesta disociar Irán de islam, pero realmente no siempre fue así. Los antiguos persas eran zoroástricos, mientras que antes de la Revolución islámica de 1979, en los oscuros tiempos del sah, el país estaba totalmente occidentalizado. Me vuelvo a preguntar… ¿Qué es Irán, por lo tanto? Su religión provino de fuera y fue explotado económicamente y manipulado políticamente por los europeos, pero nunca fue oficialmente conquistado por éstos, al contrario que la mayoría de países de América, África y gran parte de Asia. ¿Cuál es la “esencia” de Irán? ¿La Persia de los aqueménidas de Darío I, fundador de Persépolis y líder de uno de los grandes imperios de la humanidad? ¿La que dio una arquitectura y unas artes excelsas? ¿O el país actual, de los ayatolás, con un sistema político-religioso único en el mundo? Con esta incógnita en la cabeza viajo y vuelvo sin resolverla. Jayyam, además de poeta, fue astrónomo, médico y matemático. Fue él el que inventó el concepto de la “x” en álgebra: al factor desconocido de una ecuación lo llamó “shey”, que significa “cosa” en árabe. La transcripción de los traductores derivó en “xay” con lo que, para simplificarlo, lo llamaron “x”.

Lo primero que hago al salir de mi hostal en Teherán es ir hacia la plaza Ferdousí, dedicada al autor de la mayor epopeya jamás escrita en lengua persa, el Libro de los Reyes, puesto que me han dicho que allí es el mejor lugar para cambiar divisas. En Irán no se puede sacar dinero con una tarjeta visa debido al embargo al que está sometido por su programa nuclear. De camino hacia la plaza paso por la antigua embajada de los Estados Unidos, que actualmente es un museo llamado ”Nido del Espionaje”. El edificio fue ocupado por unos estudiantes el 4 de noviembre de 1979 (este día es conocido actualmente como “Día nacional de la lucha contra la arrogancia”) con el resultado de 55 rehenes retenidos durante 444 días. En los muros exteriores veo algunos dibujos, todos criticando o burlándose de Estados Unidos y de Israel. El de Micky Mouse sujetando una pistola me parece especialmente divertido, y la adaptación del escudo de armas de ese país en la que el águila agarra unas balas y unos misiles en lugar de una rama de olivo y unas flechas, como es el original, me parece una versión casi tan lograda como la que hicieron los Ramones para su logo. Sobre su cabeza, la estrella de David.

La animadversión hacia los gringos por parte de los iraníes tiene su justificación. No en vano, la CIA, junto con el M16 británico, orquestaron un golpe de estado en 1953 para derrocar al presidente Mohammed Mossadeq, que había iniciado un proceso de nacionalización de las empresas explotadoras del petróleo, hasta entonces en manos extranjeras. El sah Reza Palhavi, quien cambió el nombre del país pasando de “Persia” a “Irán” en 1935 (“Irán” proviene de “ario”, que significa “noble”) gobernaría el país de forma autoritaria hasta ser derrocado en 1979 por la Revolución que instauró la actual República Islámica. El mandato del sah, según a quien se pregunte, fue positivo, por el desarrollo económico que contribuyó a que unas élites se enriquecieran, o negativo: además de dirigir el país de forma represiva gracias a sus servicios secretos, dilapidó el dinero que el estado ganaba por la venta de hidrocarburos adquiriendo por millones de dólares equipamientos y transportes cuando el país no tenía ni infraestructuras adecuadas ni profesionales cualificados. Ryszard Kapuscinky (¡otra vez por aquí!) narra con detalle esa oscura época en su magnífico libro El Sha o la desmesura del poder. Es por ello que cuando el ayatolá Jomeini llegó al poder, las expectativas de cambio a mejor eran muy altas. Lo que nadie se esperaba es que la cosa aún empeoraría más, con la radicalización islámica. Preparando el viaje, hablé con varios iraníes. Todos me decían lo mismo: “el 80% somos ateos. Aquí nadie quiere un régimen islámico”. Y mi pregunta, tan lógica como ingenua, era siempre la misma: “¿Y por qué no hacéis otra revolución?”. Cinco meses después, a raíz del asesinato de una mujer por parte de la policía por no llevar bien puesto el velo, empezó la revuelta. ¿Acabará triunfando? Lo dudo.

(el artículo completo estará en el capítulo correspondiente de Irán en la segunda parte del libro Tripfulness)

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