Bulgaria

Libro antes del viaje: Frontera (Kapka Kassabova). Libro durante el viaje: Física de la tristeza (Gueorgui Gospodínov)

La carretera que sale de Sofía en dirección sur tiene dos carriles por sentido, pero los coches sólo circulan por el de la izquierda. Y como nadie va por la derecha, no se puede considerar que estén adelantando. El conductor, como si me leyera el pensamiento, me explica que, cuando durante la Guerra Fría el gobierno comunista construyó esa vía, hecha con adoquines a modo de calzada romana para facilitar la entrada de los tanques en caso de necesidad (estos vehículos destrozan el asfalto), optó por la solución más barata, quedándose lo que sobraba de presupuesto. Así, el carril de lal derecha está hecho con material de tan baja calidad que los vehículos van dando botes, y nadie quiere ir por él. «Al menos», remata el conductor con ironía, «los políticos mostraron al pueblo su obra».

Tras dos horas, llego al excepcional Monasterio de Rila, considerado patrimonio mundial por la UNESCO. Una auténtica maravilla, y ubicado en un paraje excepcional. Fundado por el monje ermitaño Juan de Rila (Iván Rilsky) en el siglo X, este centro monástico, aún activo, fue fundamental para la preservación de la cultura búlgara durante los siglos de ocupación otomana: nada menos que desde el XV (justo cuando en la península los musulmanes eran expulsados) hasta el XIX. Allí trabajaron los mejores artistas y artesanos, que elaboraron magníficas obras de arte, entre las que destacan los iconos, verdaderos símbolos de la religión ortodoxa y, en el contexto de aguante y defensa de la identidad nacional, símbolos también de la cultura búlgara en general.

Iconos medievales, antiguamente ubicados en iglesias ortodoxas y actualmente en el Museo de la Catedral de Alexander Nevsky, en Sofía

Por la tarde, vuelvo a la capital, y en la plaza donde se ubican la casa presidencial y el mastodóntico edificio de la Asamblea, antigua sede del Partido Comunista búlgaro, se llevan a cabo manifestaciones en contra del presidente Boiko Borisov, cuya dimisión exigen por los continuos casos de corrupción. Me acuerdo de lo que me ha dicho el conductor esa mañana, pero también conecto de algún modo estas protestas en Sofía con la resistencia que durante cinco siglos hizo que la cultura búlgara no se perdiera. De hecho, no hace falta irse tan atrás. Durante la Guerra Fría, Bulgaria sufrió una dictadura, la de Tódor Zhívkov, que estuvo 35 años en el poder. El caso búlgaro es digno de estudio: mientras que los rusos fueron anexionando territorios con realidades humanas absolutamente ajenas (pagaría para ver la cara de las tribus de pastores que habitaban el valle de Fergana, separadas por Stalin entre Kirguistán y Uzbekistán, al decirles que pasaban a ser soviéticos), Bulgaria, país independiente, de la mano de Zhivkov, pidió repetedimanete formar parte de la URSS. Creo que en peculiaridad sólo deben ser superados por la Albania comunista de Enver Hoxha, enfrentada lógicamente no solo a Occidente sino a la mismísima URSS y luego a China.

Sí, parece que a la nación búlgara no acaba de encajar con la oficialidad de su Estado. «El problema no era el sistema comunista, sino el propio gobierno», me pareció leer por ahí. Bulgaria, de hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, fue un país neutral hasta 1941, cuando decidió aliarse con el bando italo-alemán. Parafraseando a Kassabova, «mi país siempre se ha caracterizado por elegir la opción equivocada siempre». Lo dicho, el pueblo por un lado, el Estado por el otro. Durante la ocupación otomana por supuesto. Durante el Comunismo siguió (y además reaccionó a la anterior «bulgarizando» los apellidos de los turcos) y, vistas las protestas actuales, ahora también.

Dos de los llamados «Siete lagos de Rila», uno de los alicientes naturales del país. Bulgaria es uno de los estados de Europa cuyo territorio tiene mayor proporción de bosques

Suele pasar en los países cuya ubicación geográfica es estratégica. Bulgaria me hace pensar en el espacio del medio que hay cuando tres círculos se entrelazan. Grecia (y lo mediterráneo, puesto que el país fue invadido por éstos y por los romanos) se enlaza con Turquía, coincidiendo con ambos en su orientación atlantista (tras el Pacto de Varsovia, y con la caída del Telón de Acero, el país entró en la OTAN). De Turquía lógicamente tiene muchísima influencia al haber pertenecido al imperio Otomano, y el tercer círculo sería Rusia, ya que formó parte del bloque soviético y con la que aún debe buscar un frágil equilibrio (sí, Bulgaria está en la Unión Europea, pero muchas de las gasolineras son de Gazprom, la empresa estatal rusa de energía). Comparte con Grecia y con Rusia el hecho de que los tres son países ortodoxos, mientras que ésta comparte con Turquía cierta animadversión hacia lo Occidental, siendo además dos antiguos poderosos imperios venidos a menos pero que ahora intentan recuperar sus respectivas glorias pasadas. Lo dicho, un espacio entre tres círculos, el resultado de una geoestrategia empezada hace casi 2000 años.

Y es imposible salir de ese espacio. No se puede reducir porque depende de un círculo mayor: Bulgaria se debe ahora a la Unión Europea, pero no puede ir en detrimento de Turquía, que cada vez parece más alejada de Occidente, ni enfadar demasiado a Rusia. El «Renacimiento» me parece una metáfora irónica de esta especie de unión inevitable: un movimiento arquitectónico que refuerza lo propio…con edificios que, no por casualidad, se parecen muchísimo a los de Estambul, con esos voladizos de madera. Pero antes no era así. ¿Existe la Bulgaria «pura»? Bien, se dice que los tracios, una tribu que ocupaba su territorio actual, un pueblo juerguista y guerrero, fueron la civilización europea más importante inversamente a lo poco conocida que es.

Casas del llamado «Renacimiento» búlgaro (finales del siglo XIX) en Plovdiv, la segunda ciudad del país. Se trata de un movimiento de afirmación nacional tras los cinco siglos de ocupación otomana. El nombre lleva a confusión, prefiero la versión que he leído en algún lugar, «Resurgimiento», o «revival» en inglés, más adecuado a mi entender.

Y llego a la conclusión de que Estado búlgaro y la «esencia» búlgara parecen no coincidir. El último día de mi viaje vuelvo al centro de Sofía. Las manifestaciones que exigen transparencia y democracia se recrudecen. De repente, los policías que custodian la Asamblea se quitan los cascos. La gente aplaude. Es un momento emocionante. Y la gente anuda, en sus cuellos, algunas banderas nacionales, viniendo a decir que ellos son el pueblo búlgaro. Los manifestantes y los policías. Ellos son Bulgaria, no los de arriba.

Bulgaria histórica y culturalmente es el centro de tres círculos exteriores entrelazados que tiran cada uno hacia sí mismo. Pero a su vez, en en su fuero interno, es un pueblo enfrentado a su propio poder. Como durante el Comunismo y, ya desde hace 1000 años, desde el monje Iván Rilski. La imagen de los manifestantes atando la bandera nacional al cuello de los policías es icónica. Y, en este país, no se me ocurre un adjetivo mejor.

4 respuestas a «Bulgaria»

  1. Qué bonito reportaje; veo que las protestas en Sofía forman ya parte de su día a día. Cuando yo estuve, se AGRUPABAN en torno al Parlamento todas las tardes, y lo escribo en mayúscula porque realmente se palpaba esa comunión, ese Grupo, el Pueblo que son y quieren dejar de manifiesto, tal y como tú lo describes. Nunca he visto protestas más emotivas. Del Monasterio de Rila sólo tengo lágrimas que contar, ni una palabra me salió, me emocionó desde que me bajé del autobús. Y el Resurgimiento de Plovdiv… una auténtica joya. Bulgaria es un país impresionante, en muchos sentidos. Bien por esa escapada!

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