Delhi y Agra (India)

Siempre he creído que un viaje sirve no tanto para romper estereotipos como para reforzar los ya existentes. Por una sencilla razón: deseamos encontrarnos, en un viaje, lo que vamos a buscar. No digo que un país no pueda decepcionarte. Está claro que esto sucede. Más bien me refiero a que muy probablemente, al viajar a un lugar, encuentres lo que vas a buscar porque tu mente se centra en esos aspectos, los pre-juicios (literalmente hablando, no en un sentido negativo), obviando el resto. Porque nadie quiere salir decepcionado de un lugar.

Cada país es distinto, lógicamente. Y, en este sentido, sí que en muchas ocasiones se derriban tópicos. Pero si se quiere buscar en un país algo de lo que anteriormente se ha hecho una imagen, muy fácilmente se encontrará.

El problema de ir con ideas preconcebidas (algo inevitable, por otro lado) a un lugar es que si no se cumplen las expectativas, el lugar decepciona. Pero si se cumplen, puede suceder lo que he expuesto anteriormente: que tampoco sea algo ceñido a la verdad, sino algo ajustado a nuestra idea previa. Entonces uno no se decepciona, está claro…pero, por otro lado, se queda con una idea demasiado limitada y, por qué no, quizás irreal. Todo ello partiendo de la base que las experiencias de cada uno son personales e intransferibles y que, cuando digo «irreal» no digo que no se haya vivido, sino que no se pueda generalizar, porque esto sería ajustarse a una idea preconcebida y, por tanto, limitante.

La India, por todo el aura que la rodea, es un país proclive para ello. El subcontinente tiene una imagen de un lugar con cierta magia y mucha espiritualidad, y la mayoría de viajeros se mueven entre la decepción absoluta (porque no encuentran eso que van a buscar y solo ven pobreza, miseria, estafas a los turistas, enfermedades y suciedad) o los que tienen tan claro que encontrarán esa «espiritualidad» que cualquier acto de, pongamos por ejemplo, amabilidad, que en otro país lo valorarían como una simple muestra de buena educación, en la India verán justo lo que iban a buscar: unas personas pobres pero felices, hospitalarias y todos los tópicos que se quieran. Porque, de hecho, hablando de tópicos, el más común es el de «la India o la amas o la odias». Bien, pues yo, ni una cosa ni la otra.

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Los que ven «espiritualidad» también ven suciedad y miseria, por supuesto. Pero les compensa «la mirada de un niño», que le inviten a un té o una salida de sol que creen iluminadora, nunca mejor dicho. La otra mitad, ni eso. Solo ven los timos y el hedor. Los retrasos en los trenes, el caos, la polución, el ruido, la diarrea, los pedigüeños, los tullidos y la mierda de vaca por todas partes. En mi opinión, ni una cosa ni la otra.

La India ni me enamoró ni me desagradó. Me gustó mucho, sí. Me gustó porque es un lugar muy fotogénico, donde se ven imágenes bonitas de contrastes entre los coloridos saris y los desgastados vagones de tren, las mezquitas y templos, los rostros de las personas y los paisajes. Me gustó porque es un lugar muy vivo y dinámico, y me encantan los países así. Me gustó porque a cada paso puedes encontrar (si te fijas, claro) imágenes que llaman la atención, cosas diferentes a las que estamos acostumbrados…estampas bellas, impactantes, desagradables, algunas «enriquecedoras» si se quiere…pero que hacen que tengas que estar muy despierto y vivo para captar todo ello. Imágenes chocantes, interesantes, diferentes…pero no porque «despierten la conciencia» o a uno le cambien profundamente. Esto es lo que me gustó. Es un país entretenido y diferente, ideal para mantener la mente en alerta por la cantidad de estímulos constantes. No por una espiritualidad que quizás te crees que encuentres porque ibas a eso o, en el peor de los casos, ni eso porque todo te parece caótico y sucio y eso te impide vivir el país y ver lo bello, diferente y curioso que tiene. Cómo viaja uno, su inquietud, influye mucho más que lo que objetivamente se ve.

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La India rompe, en este sentido, muchos clichés. A parte de esto, y hablando de visitas concretas, el más interesante, el que más me sorprendió, fue que, en un país con más de 1000 millones de hindúes, los atractivos «objetivos», las obras de arte más notables, no son hindúes, sino musulmanes. El Taj Mahal, en la ciudad de Agra (a unas 3-4 horas de tren de Delhi), no deja de ser una mezquita, construida por los mogoles, el imperio de religión islámica descendientes de mongoles, turcos, persas y afganos que invadió la India en el siglo XVI. Suya es, también, la tumba de Jumaiún, en Delhi, precursor del Taj y también considerada Patrimonio de la Humanidad:

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Precisamente Delhi, en mi opinión una de las capitales más interesantes de todo Asia, tiene un ambiente muy poco hindú. Su casco antiguo, Old Delhi, es de mayoría musulmana, pudiéndose observar incluso mujeres con burka. Su centro neurálgico, su edificio más conocido, es la mezquita Jama Masjid, de un bello color rojo que destaca aún más al anochecer. El caos en esta zona es fascinante…de repente te puede ver atrapado sin poder avanzar al estar rodeado por coches, motos, rickshaws, autorickshaws, bicicletas y otros peatones. Los puestos de comida hindú pero también mogul están por todas partes, y el ambiente es impresionante.

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El resto de la ciudad, Nueva Delhi, fue diseñada por los ingleses, pudiéndose observar su huella tanto en el trazado urbanístico como en los edificios coloniales. Además de Islam e hinduismo, destacan dos templos donde se profesa el sijismo. Los sijs no llegan al 2% de la población de la India, reniegan del sistema de castas (en su recintos se puede comer o alojarse gratis, da igual a qué clase social se pertenezca), tienen tradición comerciante y se distinguen por sus llamativos turbantes.

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Gurudwara Bangla Sahib, el templo sij más importante de Delhi

 

India es un país que reivindica fuertemente su raíz hindú pero cuyas obras más importantes tienen origen musulmán, y ese es otro de los clichés que este país rompe. Pero, por encima de ellos, el de «la India, o la amas o la odias». Pues bien, yo ni una cosa ni la otra. Mucha gente que ha visitado este complejo país se ha sentido decepcionado por no encontrar «espiritualidad» que se imaginaba, desmitificando esta idea por completo. En mi opinión, la India es demasiado compleja para encerrarla en dos ideas básicas: una «espiritualidad» que seguro que encuentras si así lo deseas o una decepción absoluta por no encontrarla. Me gustaría aconsejar que, lo mejor, en este caso, es desmitificar tanto la mitificación como su desmitificación.

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6 respuestas a «Delhi y Agra (India)»

  1. Muy bueno, Xavi. Por fin leo algo verderamente interesante de la India, al margen de lo que siempre se comenta. Tal cual lo dices, siempre me ha llamado la atención que la buena educación y la amabilidad en este país siempre signifique «espiritualidad». Genial!

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    1. ¡Gracias por el comentario! Un viaje, sea a la India o a cualquier sitio, sirve para tener una visión personal del lugar, fuera de los prejuicios, lo que te puedan contar otros o lo que te esperabas…eso sí que no te lo puede quitar nadie. Es difícil, con todo…la gente, por miedo a que le digan que no «ha entendido» el lugar, o que no lo ha sabido apreciar, o lo que sea, muchas veces asocia su propia vivencia al tópico del lugar.

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  2. No em canso de mirar les imatges que vas prendre a l’Índia. La composició, els colors, el moviment i l’estatisme… En cadascuna s’hi capta la meravella d’una mirada caçada al vol, una escena quotidiana, el batec del temps, la llum… Les teves fotos com les paraules que les envolten i emmarquen tenen ànima.
    Gràcies per tanta bellesa✨

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