El valle de Katmandú (Nepal)

Pasé el fin de año del 2016 en un viaje de 5 días por Katmandú y su valle y la verdad es que puedo decir que es uno de los lugares más alucinantes donde he estado nunca. Creo que hay pocos lugares tan fotogénicos como Katmandú y las ciudades del entorno, donde la gente (sus expresiones, sus vestidos, su forma de vida…) y el marco (templos, casas de ladrillo rojo con ventanas de madera trabajadísimas, estupas, patios, fuentes, cisternas…) crean unos contrastes y unas imágenes espectaculares. Para los amantes de la fotografía, Nepal es un paraíso. La verdad, no me esperaba que fuera tan bonito. Si a ello le añadimos el carácter de la gente (y no es ningún tópico), acogedora como pocas veces he visto, puedo decir que ha sido uno de los mejores viajes de mi vida (y no son pocos, he estado en 45 países diferentes…lo menciono no para fardar, sino porque no es fácil que un lugar me atrape tanto a estas alturas, con lo que demuestro que para mí Nepal es muy especial). También es cierto que, aunque he viajado mucho por Asia, era la primera vez que iba a un país de mayoría hindú, con lo cual tanto la gente como la arquitectura fueron algo muy novedoso para mí.

Estuve dos noches en Katmandú, una en Patan y dos más en Bhaktapur.

Llegué a Katmandú el día 27 de diciembre al mediodía. Tras el paso de inmigración de rigor, me esperaba el chófer del hotel, que ofrecía transporte gratuito. Me alojé en el Moonlight, justo fuera de Thamel. Muy buena ubicación, por cuanto no sufrías el bullicio turístico pero podías acudir al barrio si tenías alguna necesidad, ya fuera de compra o comer. El hotel en sí también estaba muy bien, sería casi un 4 estrellas nepalí, con habitaciones modernas y confortables. ¿El precio? 40 euros. Ya sé que se pueden encontrar cosas mucho más baratas allí, pero no quería hacer experimentos raros para pasar las dos primeras noches, y el lugar tenía excelentes críticas en todos los sitios de reservas on line.
Me instalé y atravesé Thamel para ir al centro. El primer día lo hice así, pero a los siguientes iba al centro por Paknajol: más rápido y evitaba la turistada. Durante el trayecto, la ciudad no me sorprendió. Y es normal, el barrio no tiene nada. Pero estuvo bien para ir adentrándome en lo que me encontraría. Fue justo al final de Thamel Marg cuando di con una placita donde había un templo y una estupa y allí me di cuenta de que ese sitio era especial y muy diferente a cualquier lugar donde había estado nunca. De allí hasta Durbar square seguí el itinerario que aparece en la Lonely planet, pasando por diferentes placitas, entre ellas, el cruce de Asan Tole, e Indra Chowk. Me tiré como dos horas alucinando con todo lo que veía, y es que a cada metro te encontrabas tres o cuatro imágenes fotografiables. Los vestidos de las mujeres, la belleza de los templos, el colorido de las tiendas, las estatuas y fuentes por todos los lados, los patios de las casas, los patios budistas, los detalles de las puertas y los marcos de las ventanas…aluciné mucho. Y, así, llegué a Durbar Square. De los 20 edificios que había, quedan, diría yo, más de dos terceras partes. Seguí flipando con la gente y con la arquitectura, en una primera tarde que fue muy aprovechada.

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Para cenar, fui a un restaurante newarí al norte de Thamel, llamado el Thamel House. Era una antigua casa rehabilitada y el lugar era “lujoso” comparado con lo habitual del Nepal. Elegí un menú degustación, por 10 euros: precio muy alto para el país, pero era la primera noche, quería probar de todo y no quería jugar con mi estómago el primer día.

El segundo día me levanté temprano con la idea de ir a Pasupatinah y con la idea de nada ya me podía sorprender más. Craso error. Allí seguí alucinando: el ambiente que se veía (con la gente haciendo los rituales, las ofrendas, los yoguis), los templos (no perderse la parte de arriba, llena de templos medio abandonados, con monos) y, especialmente, una cremación, que pude ver en primer plano y que fue uno de los momentos más increíbles del viaje. No daba crédito. Me tiré dos horas por ahí, observando mil y un detalles.

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Después fui a Bodnath, un lugar también muy interesante y con una estupa blanca y bellísima, donde disfrutar del ambiente de los tibetanos (aunque no me sorprendió tanto, ya que había estado en Birmania).

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Después de comer por ahí, fui a dar otra vuelta por el centro, y luego andando hasta Swayambhunath, la otra importante estupa. No tan bonita quizás como Bodnath, pero con el aliciente de los monos y las vistas de la ciudad.

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Para cenar, a Thamel, al Restaurante tibetano Yak: unos momos y una cerveza caliente, típica de esa región.

Tercer día: Antes de ir a Patan, donde pasaría la noche, quise dar una última vuelta por Katmandú. Realmente, las 8-9 de la mañana es un gran momento para pasear. El sol de invierno da una calidez agradable y una luz muy bonita, no hay turistas y las mujeres de las montañas han bajado para vender sus frutas y hortalizas, instalándose por todas las calles. Ves la vida cotidiana (mercados, gente que va a las cisternas a recoger agua, las ofrendas en los templos) en ese marco arquitectónico incomparable y no puedes más que observar y disfrutar. Recomiendo encarecidamente que la gente que vaya a Katmandú no se limite solo a los cuatro sitios patrimonio de la Unesco que tiene (Plaza Durbar, Pasupatinah y las dos estupas budistas). Las zonas tanto al norte de Durbar (hasta Thamel) como al sur de la plaza, son espectaculares, con un gran ambiente, edificios bellísimos e imágenes impactantes y muy bonitas, con mucha vida y con mil detalles de los que disfrutar.

 

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A las 10:00 pillé un taxi para ir a Patan. La verdad es que había dudado acerca de si pasar la noche allí. Por un lado, pensaba que tener el hotel en esta ciudad me permitiría visitarla tranquilamente al día siguiente a primera hora; por el contra, me obligaba a cambiar de alojamiento para ir a un lugar a apenas 30 minutos de donde estaba. No sé si fue un acierto o no, pero lo hice.

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Además de Patan, por donde di una vuelta de un par de horas al llegar (lo más destacable, además de lógicamente Durbar, que quizás esté mejor conservada que las de Katmandú y Bhaktapur, son los patios interconectados y el Templo dorado), quería ir a visitar algunos pueblos al sur de la capital. Le comenté al chaval de recepción del hotel que quería ir a Kokhana, Kirtipur y Bungamati, y me dijo que en esos pueblos no encontraría una arquitectura diferente de los visto en Katmandú y Patan. Pero me dijo que si quería ver el “Nepal real”, el rural, él me podía acompañar a hacer una excursión a un pueblo donde no había templos ni arquitectura medieval, y las casas eran diferentes. “Genial”, pensé. Efectivamente, fuimos a una montaña (no recuerdo el nombre, pero estaba en la carretera de Kirtipur a Dakshinkali y fue muy interesante porque no solo vi paisajes bonitos, con los cultivos de mostaza, yademás vi la arquitectura rural, con casas hechas de ladrillo y adobe, pintadas de naranja y con las mazorcas de maíz secándose.

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La noche la pasé un B&B llamado My life story Guesthouse, una antigua casa rehabilitada, situada en un patio budista. Muy bonita y un entorno muy auténtico, y a sólo 5 minutos de Durbar.

 

Al cuarto día me leventé temprano para pasear por Patan, visitando de nuevo Durbar, el Templo dorado, viendo la Kumadi (desea viviente) y, por supuesto y quizás lo más interesante: pasear por sus calles con miles de templos, mercados, patios, estatuas…y donde se desarrolla un tipo de vida casi medieval. Después fui a Bhaktapur, donde pasaría esa noche (la de fin de año) y la siguiente. Las sorpresas, al llegar, continuaban. Pensaba que no vería nada nuevo, pero me equivoqué: Bhaktapur es quizás la más bonita de las tres antiguas ciudades-estado y, aunque su Durbar es la más dañada por el terremoto, a nivel arquitectónico es la más interesante, ya que no solo aquí sí que casi todas las casas del centro son bellísimas, sino que además es peatonal, el suelo también es de ladrillo rojo y es un lugar muy elegante a la par que auténtico.

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Con todo, no la visité solo al llegar, quería hacer un trekking para aprovechar la luz del sol. Mi idea ir a Panauti para hacer la excursión andando hasta Namobuddha, pero se me había hecho tarde y tuve que ir hasta un templo en una colina llamado Pilot Baba, que estaba cerca de la ciudad. La verdad, fue lo que más me decepcionó del viaje, mal aconsejado por el señor del B&B donde me alojaba. Pensaba que sería un lugar bucólico y era un monte donde lleno de porquería. Al menos vi como los nepalíes disfrutban de un pic nic y una tarde de fiesta con discoteca móvil incluida. Algo surrealista todo.

Al quinto día, me desperté a las 4:30 de la mañana. Mi idea era ver la primera salida del sol del año en Nagarkot. Así pues, madrugué y pillé un taxi y me fui para allí. A decir verdad, no valió mucho la pena. Las imágenes no mataban, el bullicio de la gente hacía perder el poco encanto que tenía el lugar (conocido como “The tower”) y el Himalaya tampoco se veía muy nítido porque estaba nublado.

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Pero bueno, me sirvió como punto de partida para un trekking, que también tenía pensado hacer ese día. En lugar de hacer el de Shanku hasta Changu Narayan, hice otro, paralelo, desde Telkot, al que llegué en taxi. Supongo que viene a ser lo mismo, no lo sé. Es interesante. Vas viendo las terrazas de cultivos y vas pasando por pueblos, donde la gente te va saludando.

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Incluso un chico, en una casa, me empezó a preguntar cosas y me invitó a tomar té. El chaval era paralítico y me comentó que su objetivo era ser DJ en Katmandú. En su casa, un lugar super humilde hecho de troncos y adobe, mientras tomábamos el té, me habló de sus sueños. Fue muy bonito.

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Continué hasta Changu (el templo está bien, es patrimonio de la humanidad….pero habiendo visto tantos ya, este no dejaba de ser uno más) y de allí 8 kilómetros hasta Bhaktapur. Descansar un poco y dar una vuelta por la ciudad, de nuevo disfrutando de la gente y la arquitectura.

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El último día pillaba el vuelo a las 13:00, con lo que me dio tiempo aun de dar un último paseo por la ciudad. Y es que no me cansaba. No me dejaba de sorprender. Un lugar tan fotogénico, tan bonito, tan mágico…alucinaba todo el rato, y eso que ya llevaba 5 días.

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En fin, considero que Nepal ha sido uno de las mejores experiencias de viajes de mi vida. No solo por disfrutar de las ciudades, sino también de la gente, y no es ningún cliché. Espero que nadie deje de visitar Nepal por el terremoto que tuvo lugar en 2015 porque, aunque las secuelas son evidentes, hay muchísimo por ver. Yo diría que ha afectado a un 10% de los edificios, o algo así. Las ciudades siguen siendo impresionantes y no hay motivo para no ir (al contrario: ahora hay más motivos que nunca: hay menos turistas y los que van son de más ayuda).

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2 respuestas a «El valle de Katmandú (Nepal)»

  1. Espero que me sorprendan sus gentes y su arquitectura, tanto o más que a tí.
    Me ha encantado como describes tu experiencia, casi he podido vivirla!.
    Y tu reportaje fotográfico, un regalo!
    Un saludo
    Angelita Rodríguez

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