Hanoi (Vietnam) y Phnom Penh (Camboya)

Lectura durante el viaje: El legado de los jemeres rojos (Mark Aguirre)

Como excepción, dedico un post a dos lugares de sendos países diferentes. ¿Por qué? Pues porque, en mi opinión, por separado no merecen un apartado para cada uno, pero sí en cambio encuentro interesante englobarlos, ya que son dos capitales que, a mi modo de ver, se disfrutan más si se contraponen. Una tiene unas cualidades de las que la otra carece, y viceversa.

 

IMG_9277.JPGCalle de Hanoi

Sin ánimo de simplificar mucho, yo diría que Hanoi es para pasearla, y Phnom Penh para visitarla. Los lugares de interés, digamos, «objetivo», son mayores en la capital camboyana: el museo nacional (único en el mundo por sus esculturas jemeres), el palacio real, la pagoda de plata y la cárcel-museo de Tuol Sleng son, en mi opinión, lugares nucho más interesantes que los puntos más reconocidos de Hanoi: el lago Hoan Kiem, la pagoda Chua Tran Quoc o el templo de la literatura son visitas «obligadas», pero mucho menos intersantes que los «must» de Phnom Penh.

Por el contrario, Hanoi me pareció una ciudad mucho más atractiva para pasear. Es cierto que el Barrio antiguo está lleno de comercios para turistas (agencias de viajes, hoteles, tiendas de souvenirs, etc.), pero si se levanta la vista más arriba de la planta baja, se puede disfrutar de bonitos edificios con el encanto de lo decadente. Paredes ocres desconchadas se dejan entrever entre marañas de cables eléctricos en edificios estrechísimos (los propietarios pagaban impuestos según la longitud de la fachada). Y no sólo son de interés los edificios; en según qué calles aún se conservan los oficios antiguos, agrupados por gremios: desde los herboristas a los orfebres, pasando por los escultores de lápidas y los fabricantes de esteras de bambú. Y no sólo el «Old quarter» tiene encanto (insisto, fijaos más arriba de las plantas bajas turísticas), sino que el barrio francés es muy bello, con antiguas mansiones coloniales, mientras que la zona que se extiende entre el lago y la estación de trenes posee mucha vida local, con barberías en la calle (un espejo colgado en la pared y poco más), templos, ancianos que montan redes y juegan a bádminton en plena calle, oficios antiguos y un tráfico que es un espectáculo en sí mismo. Recomiendo además meterse por los pasajes y callejones, donde aparecen estampas de otro siglo.

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Por cierto, una recomendación: si no queréis alojaros en el distrito histórico, porque consideráis que está demasiado orientado al turismo, os recomiendo otra zona, la de Ba Dihn. O, como mínimo, visitar ese barrio. Llegad hasta una visita «obligada», la pagoda de Cha Trahn Quoc, la más antigua de la ciudad, y continuad un poco más arriba, dando toda la vuelta a la parte occidental del Lago del oeste (la parte a la derecha de puente, para entendernos). Es un barrio muy genuino, con muchísimo ambiente, y desde donde se pueden ver bonitas puestas de sol:

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Phnom Pehn, por su lado, no me pareció tan atractiva para pasear. Hay mucho ambiente local entre el río y el palacio, pero más arriba, la costanera se convierte en un paseo lleno de restaurantes exclusivamente para turistas. La vida cotidiana no tiene el encanto de Hanoi, y los edificios, art noveau francés, parecen apartamentos de playa. Pero, por el contrario, como he dicho más arriba, las visitas tienen mucho interés.

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Especialmente dramática es la visita al antiguo colegio Tuol Sleng, convertido por los jemeres rojos en centro de detención, tortura y muerte. Allí acabaron con la vida de 20.000 de los dos millones de personas que ese sádico régimen llevó a cabo, situándolo en el top 3 de genicidios del siglo XX. Los espacios de torturas, las fotografías de los asesinados, las celdas…todo ello hace de ese lugar un sitio que hace estremecer y de visita obligada.

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Hanoi y Phnom Pehn, dos capitales de dos países con una larga relación de amor-odio y que se complementan perfectamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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