Es sabido que los esclavos llevaron la religión yoruba hasta Cuba y, al mezclarse con el catolicismo, se creó la Santería. Pero no es tan conocido el hecho de que también llegaron hasta México.
En su capital vivían en los alrededores de la actual calle de la República Argentina, antes llamada del Reloj, no lejos de la plaza del Zócalo. Aún esclavos o ya libres, se dedicaban a diferentes tipos de empleos (comerciantes, artesanos…) que ayudaron al desarrollo de la ciudad.
Su religión todavía pervive, y el sincretismo que se creó al mezclarse sus creencias yorubas con el cristianismo se puede ver en el Mercado de Sonora. Allí me quedé de piedra al ver toda clase de objetos para rituales y otras ceremonias, muy parecidos a los que he podido ver varias veces en Benín y también en Nigeria, pero con varias diferencias: lógicamente, los chamanes tuvieron que usar flora y fauna local, no la original africana y, así, se pueden ver, por ejemplo, cabezas de venado en lugar de mono u otros animales que no están en la región del Estado de México. Las muñecas, que dan bastante miedo y son características de la santería, sustituyen a los muñecos de la religión originaria.


Pero lo que más me impresionó fue ver un vestido entero de un egungún, una figura fundamental en la religión yoruba y usada en unas danzas en las que se invoca el espíritu de los antepasados. En ellas, el danzante actúa de una manera bastante agresiva, llegando incluso a golpear a los asistentes con una vara. La letra con sangre entra, dicen, y es una manera que tiene el egungún de asegurar que las normas éticas de los ancestros se continúan siendo respetadas. Los bailarines, con vistosos trajes en los que no pueden faltar los «cauris», esas conchas que representan en la tradición africana la protección en el océano, se dejan poseer por los antepasados y, de formar violenta, limpian espiritualmente la comunidad y hacen prevalecer el comportamiento correcto de los predecesores.
Pude ver esta danza a principios de año en Porto Novo, la capital de Benín, y por eso me impresionó ver uno de los trajes de egungunes en un lugar tan alejado físicamente, pero quizás no tan extraño culturalmente como es la magnífica Ciudad de México.




