Burkina Faso

Lectura durante el viaje: El caso Sankara (Antonio Lozano)

 

Sucede a veces que lo que nos anima a viajar a un país acaba no siendo, una vez allí, lo que más nos gusta. Y esto es especialmente interesante cuando el incentivo son los “monumentos a visitar” que acaban siendo, si no lo de menos, sí algo secundario. Nos quedamos con algo menos concreto, incluso más abstracto…el ambiente general, el carácter de la gente, los colores y olores…Esto me ha pasado en mi reciente viaje a Burkina Faso.
Ubicado entre el Sahara y el Golfo de Guinea, este país ha sido uno de los grandes perjudicados por la imposibilidad actual de viajar a Malí, con el que se acostumbraba a combinar. Descartado éste, Burkina Faso ha sido arrastrado por esto, lo cual ha perjudicado mucho a nivel turístico a un país que, en mi opinión, tiene incentivos suficientes como para ser un destino único en sí mismo. De hecho, mi idea era viajar a Malí. Al no poder, vi en Burkina una buena alternativa. Secundaria, debo reconocerlo, pero no era mi primera opción. Me ha acabado gustando, por lo que comentaba en el primer párrafo.

 

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Burkina Faso quizás no tenga atractivos de primer nivel. Hay etnias, pero quizás no son tan fotogénicas como las de Benín, Etiopía o Nigeria porque pocas de ellas se escarifican o tatúan la cara. Tiene naturaleza e incluso se pueden hacer safaris, aunque lógicamente no serán del nivel de África austral u oriental. Tiene mezquitas de barro, pero no tan espectaculares como las de Malí. ¿Qué tiene, por tanto? Pues tiene todo esto, que no es poco. Y, sobre todo, tiene algunos rasgos típicos de toda la región: el bullicio de las calles, especialmente los mercados; el colorido de los vestidos de las mujeres, con sus espectaculares cabellos, las casas de adobe de los poblados…lo que podemos ver en muchos países de África occidental. Pero, además, tiene unos magníficos paisajes, donde el azul del cielo contrasta con el rojo de la tierra y, en medio, unos bellos parajes de baobabs, kaicedras, mangos y otros árboles curiosos para nuestros ojos.
Pero además tiene algo que resalta sobre los demás países: su amor por la música tradicional. Las calles de las ciudades, especialmente en Bobo-Dioulasso, vibran con músicos tocando el djembé y otros instrumentos de percusión. Dice mucho del carácter de un pueblo, igual que lo dice su forma de saludarse: usando un curioso protocolo en el que, incluso sin conocerse (para preguntar una dirección por ejemplo), antes de entrar en materia, se muestra interés (retórico o no) por la persona interpelada, por su familia o incluso se pregunta si ha dormido bien. Me pareció algo extraordinario cuando lo vi.

 

 

 

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Mezquita de barro de Bobo-Dioulaso, de estilo sudanés (finales s.XIX)

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Trabajando en una mina

 

Siempre me gusta leer algo sobre y/o del país que visito. Y no me refiero a una guía de viajes. Puede ser una ficción de algún autor local o un libro sobre el país, pero lo hago para ir introduciéndome un poco en el lugar. En este caso, en mi ruta me acompañó un libro sobre Tomas Sankara. Antes de elegir Burkina Faso como destino no había oído hablar nunca de este hombre. Poco a poco fui conociendo su figura: fue el presidente del país, muy querido por su gente, revolucionario y no doblegado a los intereses de la metrópolis, como sí fue el caso de la mayoría de países del continente, que sufrieron un falso proceso de descolonización. Sankara, el llamado “Ché Guevara africano”, fue asesinado por su amigo, compañero de alzamiento y futuro presidente del país (durante décadas posteriores) Blaise Compaoré, en un crimen que aún no ha sido resuelto y, de hecho, no ha querido ser investigado. La versión oficial es que su política, una vez en el gobierno, se alejaba de los postulados revolucionarios. La no oficial fue que no se doblegó ante las exigencias de Francia, el país al que Burkina Faso pertenecía en la época colonia, bajo el nombre de Alto Volta. No era una cuestión de petróleo, que es como los países occidentales acostumbran a acabar con los gobernantes bajo cualquier otra excusa. No hay petróleo en Burkina Faso. De hecho, no hay casi nada: a lo sumo, algodón, el primer producto que se exporta, además de algunas frutas tropicales. No. A Gadafi, su compañero revolucionario en un principio, no le hizo gracia que Sankara se tomara muy en serio sus proclamas anti-capitalistas, ya que el dictador libio tenía intereses en el país, donde existen todavía sus bancos y hoteles de lujo. Pero menos gracia le hizo a Francia, según las teorías extraoficiales, que “Tom Sank”, como era conocido, no dejara a sus ex ocupantes su territorio como centro de distribución de armas para guerras civiles que, ahí sí, bien se preocuparon de provocar, incluyendo la introducción de dictadores, señores de la guerra y otras marionetas, en aras de, ahora sí, hacerse con el petróleo. Fueron los casos de Liberia, Sierra Leone y Costa de Marfil, entre otros. Solo por ello Burkina es un caso único en África, y no sé si esto determinó el carácter del pueblo o bien, al contrario, solo un pueblo así podía poner a alguien como Sankara como líder. Pero en un país sin salida al mar, sin grandes materias primas y secundario en turismo (y, después de los atentados islamistas, ahora prácticamente nulo), solo un puñado de etnias con lenguas y costumbres diferentes y una gente con religiones diferenciadas (la mitad son musulmanes, la otra mitad cristianos…y casi todos ellos animistas), solo su genio como pueblo podía encarar el futuro con una sonrisa en el rostro.

 

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Casas pintadas en el País Kasena

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Uno viaja a Burkina Faso esperando disfrutar de los placeres sensoriales que a priori brinda el país (ya sean visuales, como las maravillas naturales alrededor de la población de Banfora, o ya sean auditivas, con la música tradicional)… pero vuelve con el espíritu sacudido, ya sea por haber vivido un rito animista con sacrificio de gallina incluido o haber visto niños trabajando en una mina de oro. Uno espera disfrutar del placer estético de ver una mezquita de barro o una pintada en el país Kasena, pero no cuenta que a su alrededor existe un barrio de estructura, forma de vida y costumbres casi medievales, con gremios que se mezclan con religiones en un sistema similar al de castas y una organización ancestral. Esto se ve una vez allí, y es (también) con lo que se queda el viajero. Sí, Burkina Faso tiene dos caras, y eso no se puede negar. Las ciudades tienen un ambiente muy festivo, y la música tiene una importancia capital. Pero es uno de los países más pobres del mundo, y hay miles de niños trabajando en minas de oro en terrenos que alguna gran empresa internacional prospeccionó y, al ver que no sacaría rendimiento, abandonó. Ahora los locales intentan sacar lo que pueden.

Me gustó mucho Burkina Faso. Quizás no tenga tribus espectaculares o paisajes que quitan el hipo. Pero tiene una arquitectura muy interesante, desde el estilo sudanés de los edificios islámicos hasta las casas pintadas de las cortes reales del país Kasena, pasando por las casas de adobe de planta circular, en todo el país pero especialmente en la zona de la etnia Senoufo. Y tiene una sabana preciosa. No tiene petróleo, y es uno de los países más pobres del mundo. Pero la gente tiene dignidad. Se saluda charlando. Echa de menos a Tomas Sankara. No exporta mucho, porque lo que tiene es difícilmente exportable: humanidad. Antes de viajar no entendía el por qué el nombre de Burkina Faso significa “El país de los hombres íntegros” en las diferentes lenguas locales. Al volver, lo entendí.

 

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14 respuestas a «Burkina Faso»

  1. Me descubres a otro maravilloso pueblo de otro de esos lugares que parecen no existir en el mundo. Gracias por compartir de nuevo tus experiencias tan enriquecedores. Es imposible después de ver esas fotos con esas miradas no querer ir allí lo antes posible. Un lujazo leerte.

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  2. Gracias por tan interesante reportaje, en semana santa voy al país de los hombres íntegros y estoy segura de que será una experiencia importante. Las fotos magníficas!

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  3. Realmente haz descrito bien Burkina Faso.
    Como bien dices no tenemos monumentos como Grecia, pero le país tiene su encanto imaterial.
    Muchas gracias por el reportage.

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