Benín

Ya lo he escrito varias veces: una de mis motivaciones a la hora de elegir un destino es que sea un país único. ¿No todos los países son únicos? Sí, pero algunos más que otros. Podríamos hacer un baremo para medir el grado de singularidad de un país, otorgando puntos según diferentes variables: que tengan un alfabeto propio, una arquitectura singular, una gastronomía y naturaleza que no se encuentre en ningún otro lugar y otros muchos aspectos. El anterior viaje que hice, a Georgia, contenía varios de estos puntos: Que tuviera un alfabeto propio (no todos los países pueden presumir de ello) y que fuera un país cristiano ubicado geográficamente en Asia, con todo lo que comporta a nivel de cultura e historia, fueron dos alicientes que me hicieron decidirme por ese interesante lugar. En cuanto a África, quizás el país más alto en el ranking de “singularidad” sería Etiopía: un alfabeto propio, la única nación africana nunca colonizada, paisajes únicos y el país de África con más lugares patrimonio de la UNESCO.
En este hipotético ránking, una variable que daría muchos puntos sería el tener una religión propia, cosa que poquísimos países en el mundo pueden decir. Y Benín puede presumir de ello. Muy pocos viajeros se interesan por este pequeño país, situado en el Golfo de Guinea, y que tiene una serie de atractivos que lo hacen único en el mundo, empezando, como acabo de decir, por su religión: el animismo, más conocido como “vudú”.

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Interior de templo vudú

 

En muy pocos países existen más de 50 etnias, con sus correspondientes lenguas propias. En Benín se pueden encontrar tribus únicas, muchas de las cuales conservan aún antiguas tradiciones, como las de tatuarse y escarificarse la cara: es símbolo de belleza y también de pertenencia a su tribu. Los Holi, al este de Benín, lo hacen. La tradición se está perdiendo, puesto que los niños “marcados” son objeto de burla en los colegios, y difícilmente pueden acceder a la universidad. Así pues, la costumbre de cortarse y cicatrizarse la cara se está perdiendo. Caso aparte son los “abicúes”, que ya mencioné en una anterior entrada: cuando una madre pierde a su segundo o tercer hijo, al siguiente bebé que tiene se le hace un corte en la cara: se dice que, de esta manera, el diablo no lo reconoce como su hijo, y así no se lo lleva. Es frecuente ver, así, a niños con pequeños cortes en la mejilla. En este caso, no es una señal de pertenencia o belleza, como en las tradiciones tribales, sino es por esta increíble razón. Por su parte, las mujeres Holi tenían la costumbre de tatuarse la barriga al estar embarazadas. Así, cuanto más crecía el vientre más espectaculares se hacían los dibujos. Impresiona verlas a día de hoy, ya ancianas y con la piel arrugada.

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Fotografías del los Holi

 

Los Fulani, otra de las etnias, también se tatúan el rostro (en su caso, en muchas ocasiones, con motivos felinos). Son nómadas, de los pocos que quedan en el continente, y no se relacionan con las demás etnias, siendo un grupo muy cerrado. Sus casas no son de adobe, puesto que entonces no las podrían hacer y deshacer con facilidad para desplazarse a otro lugar en busca de pastos para el ganado.

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Continuamos con las peculiaridades y vamos un poco más allá: muy pocos lugares en el mundo pueden presumir de tener una religión propia: es el caso del animismo, también practicado en otros países pero que en Benín se eleva a su máxima expresión. Sí, hablamos de vudú. Pero el vudú es algo muy alejado de lo que la creencia popular dice, fruto sin duda de la tergiversación que han hecho las películas de Hollywood. El vudú no tiene nada que ver con muñecas clavadas con alfileres ni con zombies. Es una religión practicada por gran parte de la población y que considera que existe una creencia sobrenatural única, con la que se debe interactuar mediante intermediarios, lo que vienen a ser las divinidades, cada uno con su personalidad diferenciada y a la que se alaba mediante rituales, danzas y símbolos. Para el vudú, todo en la naturaleza tiene espíritu. Una de las experiencias más sobrecogedoras al visitar Benín es poder ver alguno de sus mercados de fetiches, donde venden, entre otros, todo tipo de animales disecados, para rituales animistas y como remedios para curaciones.

 

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Esta religión fue exportada a algunos estados de Estados Unidos, al Caribe y a algunos países de Sudamérica, especialmente a Brasil, por los esclavos, y en cada lugar se desarrolló de una manera diferente. Precisamente, este hecho histórico, de vital importancia, es otro de los alicientes de Benín: en el sur, en Ouidah, se puede recorrer el último tramo de la “ruta de los esclavos”: el trayecto que más de dos millones de personas recorrieron antes de ser embarcados hacia América. El legado de sus herederos, que volvieron a la tierra de sus antepasados, ha dejado otro de los atractivos del país: la arquitectura afro-brasileña, un estilo prácticamente único en toda África y patente sobre todo  en la capital Porto Novo, donde la variedad arquitectónica es realmente interesante, alternándose los edificios coloniales con mezquitas, iglesias y templos vudús.

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Precisamente el esclavismo está presente significativamente en el único lugar considerado Patrimonio mundial de la humanidad desde un punto de vista cultural en todo el país: los palacios reales del antiguo imperio de Dahomey, que daría nombre al país antes de ser cambiado por el actual “Benín” tras el proceso de descolonización. Se trataba de un poderosísimo reino, cruel como el que más, que contaba con un ejército de mujeres soldados (amazonas) y cuyo rey se asentaba en un trono sobre los cráneos de los enemigos asesinados, con cuya sangre se pintaban las paredes. Todo esto se puede contemplar en las instancias palaciegas, en la actual ciudad de Abomey. ¿Por qué se relaciona esto con el esclavismo? Pues porque este reino vendió a muchos de los enemigos que capturó a los esclavistas portugueses. Sí, no solo los blancos hicieron fortuna de esta manera: reinos negros del centro de Benín contribuyeron a uno de los dos negocios más lucrativos del mundo durante varios siglos. El otro fue la plantación y comercio de aceite de palma, con el que se fabricaban los cosméticos que se vendían en Europa. Ambas mercancías, esclavos (sí, es lo que se consideraban) y aceite de palma viajaban en ferrocarril desde Abomey hasta Ouidah, desde donde salían hacia todo el mundo. Aun se ven fragmentos de esa vía de tren por todo el país, abandonada y llena de matorrales y basura.

Es en Ouidah donde se pueden recorrer a pie los últimos quilómetros de la llamada «ruta de los esclavos», desde la plaza donde se subastaban hasta el lugar donde embarcaban, en el golfo de Guinea, donde una puerta construida en los años ’90 sirve como recordatorio de la diáspora más importante de la historia de la humanidad. En el recorrido se pueden ver los diferentes lugares donde hacían parada los esclavos, incluyendo un edificio sin ventanas donde eran confinados varios días para que se acostumbraran a la oscuridad que se encontrarían en los barcos y las fosas comunes, donde eran lanzados los que, por su estado físico, ya se veía que no aguantarían al largo y penoso trayecto hasta América. Sin duda, la costa  de Benín es un lugar cargado de historia.

Siendo un país poco turístico, lo más visitado de todo Benín quizás sería Ganvié: se trata de un poblado en un lago, cerca de Cotonou, la capital económica, construido por gente que huía de los esclavistas: fundaron una ciudad y sus descendientes hoy día aun viven en palafitos y se desplazan en canoas. Se ha querido vender como «la Venecia africana» por esto mismo, y sin duda es un lugar singular.

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Benín, efectivamente, es un lugar con muchísimos alicientes para el viajero. Su diversidad étnica hacen que sea un paraíso para los amantes de la fotografía; el vudú, la historia del esclavismo y la arquitectura colonial harán las delicias de los más interesados en la cultura y la historia. A la vez, es un país con unas infraestructuras y una seguridad muy avanzadas para los estándares africanos, con el atractivo de ser muy poco turístico: los viajeros podrán encontrarse con tribus aisladas de la civilización, rituales vudús auténticos y experiencias inolvidables y únicas como en pocos otros lugares del mundo.

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5 respuestas a «Benín»

  1. Quin reportatge tan complet! Planteges tots els elicients per fer-hi cap. És molt generós que comparteixis la teva experiència i animis a explorar el món seguint la teva petjada✨

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  2. Tremendo reportaje Xavi…! Parece mentira que existan otras vidas tan desconectadas del resto del mundo. Las fotos son espectaculares, como siempre..! Muchas gracias por buscar y encontrar lugares únicos, compartirlos y acercarnos a ellos. La manera que tienes de describírnoslos es maravillosa. Un gustazo leerte, una vez más!

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